martes, 15 de marzo de 2011

IXCHEL

He conocido el fuego en los labios de una mujer dormida en su sueño. Una mujer de blancas nalgas con un centro rojo geométricamente delineado por galaxias florales. Nebulosa de marzo. Estalactitas nacen de su corazón caverna, de su principio húmedo de lunares aromáticos. Estoy ahora caminando como un espíritu que entra en un ser y la veo dormida, con su cuerpo de lomas volcanes, su bello torso cuadriculado donde otros hombres sembraron un miedo tras otro como si fueran begonias. La veo y muero momentaneo. Es radiante en su quietud terrena. Es estelar en su secreta posición de serpiente nimbo. Es imposible mencionar su nombre pasajero. Es ondular y elevada como la respiración de un volcán. Es infinitesimal y vulnerable. A veces la amo de lejos con una adoración óptica. A veces nos encontramos a lo lejos y nos decimos cosas sin palabras como si estuviéramos dentro de un sueño profundamente solos. No estoy seguro si ella quiere que yo duerma, me ha mantenido despierto por una eternidad adorando su cuerpo generoso. Últimamente sus pies se enroscan en los míos con una caricia de reptil humano. Me besa con su siseo preciso que me hunde en su tibia oscuridad de sangre. De vez en cuando despierta, pero no se levanta de su lecho, abre los ojos y me ve sentado escribiendo esto, sonríe y repta hasta una posición cómoda desde donde tenerme hipnotizado para siempre. Entonces salgo a ver el cielo de carne. He visto muchas madrugadas aparecer de pronto en mi letargo insomne. Oigo por millonésima vez una canción de pájaros despiertos y alborotados que hablan de cómo el día será para todos en esta tierra elevada.

Fotografía: http://www.triplemind.com

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