sábado, 23 de octubre de 2010

VERSOS IMAGINADOS Y ESCRITOS EN EL CEMENTERIO DE COBAN A.V.


Permiso para entrar.

Permiso para salir.

Camino de hormigas como filas

de hemanas llevando pétalo por pétalo

la ternura de la vida;

le llevan restos del mundo a los hermanos

desnudos del más allá.

Flores habitantas durmiendo en botes

de Big Cola,

geranios podridos en latas de frijol

y cada gota como aguja de pino

cayendo sobre uno.

II

Por los caminos arterias

van los pasos tras las huellas.

Otros hermanos transparentes

van adelante, siempre,

haciéndonos camino.

III

Cada tumba

es una habitación de la memoria.

Mi voz sola se pierde dentro

y cuando se queda ciega

tantea por los muros y huesos

buscando un rostro.

Encuentra, caricias guardadas,

fotos y residuos perfumados

que son la imagen del retorno.

IV

El chipi chipi es una cortina

de perlas brillantes como

el filo de los machetes de la piedra

de la sábana nube

que envuelve en vapor los caminos

al cielo.

LESTER O.

20/10/2010


viernes, 15 de octubre de 2010

AL SUAVE SOBRE UN SOFA DE SALVADOR DALÍ Y UNAS PALABRAS EN UNA TAQUERIA


Estoy escribiendo algo muy a mi gusto.
Estoy leyendo varias imágenes que me parecen codificadas en un rostro. Veo una habitación con otras familias velando la luz que nace de mis sueños. Hay un semáforo en la esquina de mi puerta. Ya no he vuelto a salir. Pero no extraño mucho la fiesta, porque la fiesta verdadera con sus after partys la tengo en casa. Antes tenía que ir a la tienda, por unos miserables tamales mal hechos y pasar por una coca cola y sentarme por horas a ver el televisor que terminaba de broncearme hasta la media noche, con sus rayos gamma.
Ahora ya no como más que palabras que salen de una boca universal, una de donde nace la vida, una boca que conocí mientras buscaba mi voz: es una llama que habla, un fuego que predica el magnetismo de los cuerpos. Me bloquea la vista y no puedo hacer nada, más que oír esa boca que a veces parece humana y verla gesticular palabras encadenadas a aros de humo, decirme al oído, o entre el pelo, palabras redondas que se muerden la cola como serpientes; me oye la boca, me oye escribir sobre ella y me da rienda suelta para la conversación.
Desde hace unos meses le hablo directamente, sin pestañear, haciendo un serio hasta que uno de los dos ríe. Nos hemos recordado de otros amigos. Hemos ido a cementerios cercanos a la vía Láctea y hemos visto cada nombre de persona muerta en cada estrella oval. Me agrada esa boca porque sabe como decir las cosas más desvergonzadas con un timbre de gran dama. La boca camina conmigo, me habla sobre el tiempo, se acuesta por la noche en una orilla de mi cama. No me gustaría decir cosas que la hagan sorprenderse e irse de mi, porque no se hasta donde llega su pudor o su deseo de ser pública. Opino que nunca en su vida deseo ser publica, porque vive feliz cantando canciones de amigos de otros planetas. Ella es la única que sabe que hay en el más allá. Me lo cuenta con recelo, al oído, mientras me besa suavemente. Cómo no besar una boca tan madura, con una voz de mujer tan permanente. Se pinta los labios de vez en cuando y me deja un corazón de tinta roja en la mejilla. Es una boca que me remite imágenes como un telescopio y me manda pájaros azules desde una lupa cuando enciende su hoja con la luz de sus oscuros luminares.
Bueno, ya no diré nada más, la boca me quita el habla, me gusta como puede decirme tantas cosas con solo morderse los labios.

miércoles, 6 de octubre de 2010

TU CORAZON FLORECE/CRONICA


Pana existe, lo que ya no existe es el lago.
Vemos pasar con Tití a tres coreanos con grandes cañas de pesca y uno más joven conduciendo su bicicleta con cuatro pescados con un hilo entre las agallas. Los pescados son verdes y tienen tres ojos, el tercer ojo que tanto predijo Lobsang Rampa. Dicen los habitantes de Panajachel que se oscurece la mente al comer pescado con tres ojos.
Recuerdo brevemente la noche de la Calle Santander, los pocos lugares abiertos por la falta de turistas. Nuestro fallido camino al lago, y desde ese café Sunset, ver en medio de la oscuridad una fila de bejucos naciendo del agua negra. El encuentro de nuestras miradas en el restaurante fantasma donde los únicos comensales éramos nosotros. Lo recuerdo de día, recostado sobre la cama del hotel. Recuerdo, le digo a Tití, los caza-sueños colgados del techo, y el asombro de los dos al oír música romántica mientras observamos sendos platos con todo lo que nunca nos imaginamos. Incluso vemos el decorado: flores del paraíso hechas con rodajas de zanahoria y remolacha sobre una base de pepino. Encantados empezamos a comer dándonos mutuamente comida en la boca y degustando un vino de caja estupendo. El amor no se puede explicar, pero lo que tengo bien claro es que si dos se quieren profundamente, la fortuna les acompaña. Dormimos recónditamente luego de un cigarrito con todo el ritual que le antecede.
A la mañana siguiente, fuimos a ver el lago. Cantidad de peces pequeños desbordaban hasta la orilla, tan crecida que casi tapaba las torres de los salvavidas. El agua era verde y las algas no se veían. Una docena de peces hurgaba el agua cuando les tiramos pan. Nos tomamos fotos todavía. Luego fuimos por nuestras cosas al hotel para llegar a tiempo a Sololá para el festival Tu Corazón Florece.

II
Cuando llegamos a Sololá tuve el agrado de conocer a Ángel Poyon. Joven pintor de Comalapa. Me contó de la gran sorpresa que se llevó al ganar el Juannio, y que su trabajo es de línea directa con los primeros pintores del lugar, que además son famosos. Tití iba vestida con un corte rojo fuego, una blusa blanca de hilo, una chacana con los cuatro puntos cardinales del cielo, y en la mano su cámara de 3.5 megabites. En un momento, se metió entre toda la gente hasta llegar a la primera fila, y luego la vi perderse y saludar a su gran amiga Rosa Chávez en el escenario, poeta y organizadora, que conocía directamente a la familia Guarcax. Radio Ati cubría el evento por radio y televisión, así como varias televisoras independientes, entre ellas TVMaya. Carteles de colores con la fotografía de Lisandro Guarcax adornaban el frente del escenario. Puede ver, desde la grada, atrás de todo el mundo, las diferentes bandas de Hip Hop y Rock que cantaban en kaqchikel o tzutuhil. Jessica Masaya y Ranferí Aguilar se acercaron a saludar. Horas después pude darme cuenta que el proyecto Hacedor de Lluvia es fabuloso. Hacía entrar en trance cósmico a todos, y esa intervención, de una canción que llevaba el nombre del proyecto, interpretada sin un instrumento, más que sonidos del cuerpo y un par de bolsas plásticas.
También cantó Neco de La Tona que andaba con un sombrero de Indiana Jones y una sacola larga como de asesino de vampiros.
Esperamos mucho para ver en vivo al grupo Soltz`il. Ya Tití me había hablado mucho de ellos, pues también los conocía de antes. Eran casi las cuatro de la tarde. Una nube gris cubría todo. Desde donde estábamos podíamos ver muy bien los barriletes gigantes del escenario, a la Rabín Ajaw presentando al grupo y, en eso un estruendo. Sin palabras. El latir del corazón del tambor. Instrumentos hechos por ellos mismos para la guerra. Tambores de varios tamaños. Sonidos de pájaros buscando su rama, jugueteando antes de anunciar la noche. Tambores bombos que sonaban entramados al final del grito. Grito prolongado de animales terrestres iracundos, reclamando con sus colmillos, garras y estridencias sonoras la devolución de su propia paz, de cada pedazo iluminado de su hermano muerto por las manos de la injusticia. Tambores sonaban con fuerza. Sonoridades variables. Se acostaron al suelo, se hincaron, no dijeron una sola palabra en el furor de la tarde nublada. Pude presenciar la furia interior como un ritual para matar con su arte de luz a las sombras de la memoria. Lisandro miraba el fuego y el lago como en sueños y cada tambor y cada sonido del grupo lo hizo presente como un manojo de luchas gritando siempre como un chisporroteo del fuego. Fuimos a dar el pésame a los padres de Lisandro y me di cuenta que ahora, como por encantamiento, el papá se parece tanto a Lisandro y no al revés.
El embajador de Noruega Lars Vaagen. Un hombre alto, parecido al actor Jean Dean, caminaba por la calle distraído, sin guardaespaldas ni parafernalia, que hasta pasaba desapercibido. Cuatro meses antes, un grupo de artistas guatemaltecos fueron a Noruega a un festival, que imagino grandioso, después de lo que presencie. Lisandro Guarcax iba en el grupo que fue a Noruega. Supe que el embajador estaba apoyando a la familia. Estaba con ellos desde un día antes del festival Tu Corazón Florece.
Todo se desarrolló de una forma hermosa. Yo no lo conocí, pero me adherí a su memoria y su arte. Tu corazón florece en cada sonido de tambor y citara nativa de Sotz´il amigo Lisandro.

III

Esto sólo puede decirse de esta forma. El regreso fue mítico. Sorteando la bruma espesa, como si fuéramos viajando a través de nubes, viajando al riesgo de caer siempre caer. No mirábamos nada. El carro de Sandra iba lento. Tuvimos que empezar a cantar cancioncitas para niños. Íbamos cantando los elefantes se columpiaban sobre la tela de una araña, pimpón es un muñeco, amigo Fénix cuando llegues al cielo, en el bosque de la china, y todo para bajar la presión de lo insólito. Un camión en un desvió, dejó que pasáramos para seguirnos, estaba perdido el conductor. Los derrumbes por un lado, y sin carretera del otro. Íbamos leyendo cada letrero, cada señal, cada flecha a los desvíos, que por suerte estaban puestos correctamente. Iba asustado, pero tomado fuertemente de la mano de Tití. Recordamos la canción de The Smiths: There is A light That never goes out. Nos besamos. Salimos, después de momentos críticos, de la inmensa nube blanca o gris y seguimos cantando otras canciones, hasta llegar a las rancheras y reímos un poco. Gracias vida.

Leste G. Oliveros
Fotograía:VICTORINO TEJAXÚN

miércoles, 29 de septiembre de 2010

MONTPARNASSE O LA ZONA 3


París no existe.
La sueño porque no existe aún.
Existe la zona cinco y sus escuelitas doradas
la manzana en trocitos a la orilla de una cama
los pelos largos que se enredan en las paredes
para cocer con filamentos el amor más dulce
que las moscas
que las hormigas
que los mosquitos
los vasos colmados del licor verde en un Montpernasse invisible
los caballos sueltos entre las sábanas
y las sonrisas hipnóticas en las madrugadas
existe la cocaína y una bala de visera
existe la aguja que pasa entre el camello
el licor de labios rojos como uvas colgando en racimos
existes y existo, conocemos la zona tres como se
conoce un sueño donde despiertas cayendo de un precipicio
existe la calle por donde me pierdo
y existe la almohada llena de tu pelo,
la cama llena de partes de tí como fotografías polaroid
y hoy te extraño tanto que no quiero ya pasar por Paris
para verte desnuda.

sábado, 25 de septiembre de 2010

PUENTES BAJO EL AGUA


Hoy día 5 Iq´.


"Iq' es el relámpago, son las tempestades. Es el día del Espíritu del Aire. El Corazón del Cielo nos ha dado a todos los seres vivientes el aire, alimento de vida. El aire alimenta nuestro organismo. La respiración nos dirige. El soplo divino. El viento rige las ideas y el cambio. Vientos de renovación. Es el que nos da el movimiento. Por el aire hablamos, pensamos, caminamos, miramos, oímos. Por el aire gira la tierra, se mueven las aguas, la olas del mar, por el aire se mueven las hojas de los arboles. Por el aire caminan las nubes y corren los ríos. Es el regalo que nos dio el Ajaw, regalo que no tiene precio. El aire es la vida para todos los seres que habitamos la tierra."

-

Hoy 25 de Septiembre hago un resumen del mundo. De mi pequeño gran mundo. Veo en un periódico matutino una frase que me hace reir, mientras llueve interminablemente por la tormenta Mathew. Millones de quetzales para reconstrucción son noticias de primera plana. Millones de quetzales guardados en cuentas en el extranjero aguardan por sus dueños encarcelados en prisiones nacionales. Vivo muy cerca de la universidad y puedo imaginar la indolencia de los apoderados, y la indiferencia de las actuales autoridades de la Universidad de San Carlos de Guatemala. El país se derrumba por malos contratos con malas empresas constructoras. Veo que he se han ido abriendo hoyos profundos en la conciencia y las calles de la ciudad. El cielo es gris y por la noche es negro. Los valores ya no valen. La lluvia sigue cayendo, mientras en Francia el sol mueve a la gente a comprar botellas de agua de a 25 dólares. El hambre sigue creciendo y la angustia nunca fue mayor, nunca fue más insufrible que ahora. Tomo la mano de mi compañera y mientras hablamos de desastres y cenamos, presiento esperanza en su mirada, eso es lo único que me mantiene estable. Ayer terminamos el taller De Xibalba al Cyberespacio, impartido por el poeta Alan Mills, quien nos llevó a través de la poética del mundo Maya, la globalización, aspectos sociales y culturales de la nueva cosmovisión y los antecedentes en el pasado, presente y futuro, viendo las innumerables aplicaciones de esta sabiduría que se renueva. Una de las premisas fue leer el Popol Vuj de la traducción de Sam Colop como un libro futuro, y terminamos viendo el Cyberespacio, comprendiendo las hiperrealidades y avanzando hasta el comienzo del mito del año 2012, el treceavo Baktum y las posibles explicaciones en la poesía del mundo como ficción. Recreando un performance nawal en la búsqueda de renovar al nuevo Hunapu e Ixbalanque de este tiempo moderno. Afuera se oía el ruido. La lluvia constante que esta permeando las paredes de concreto hasta volverlas de espumilla. El cielo no ha tenido tregua, se esta cayendo sin querer caerse. Vemos con mi pareja Las Edades de Lulú. Nos reímos de las ocurrencias de Almudena de Grandes. Que barbará es la vida. La gente pasa por delante del vidrio del trabajo tapada con plásticos negros, con sombrillas rotas, con gorras empapadas, con zapatos mojados, con gripe, con agujeros en los zapatos, pensativos, tristes, muy tristes. Mañana es domingo. Espero que no se caiga el último puente que nos queda: el de la amistad.


Desintegration, The Cure. Aquí.

miércoles, 22 de septiembre de 2010

POESIA PARA DESARMAR


Recientemente, en el taller Poesía para Armar, que imparten Luis Méndez Salinas, Vania Vargas, y Carmen Lucía, hablaron en un principio de la significación de la palabra poesía y me quedó claro que vamos avanzando pues no tenían una respuesta concreta hasta avanzar en un breve y profundo estudio de poeticas transholográficas, y ese es un buen signo con algo tan ready-made. Luego, el compromiso de un escritor: si no estas dispuesto o dispuesta a jugarte el as bajo la manga con los ojos cerrados ni lo intentes, bien dicho por ese chico ebrio y genial con nombre medio ruso: Bukousky. La poesía es un ejercicio para suicidas. Y bueno, tenía que llegar Cortazar más alto que un libro y más presente que nunca como un muerto en Montparnasse, con el capítulo 68 de Rayuela en la voz de Diego Sobral (integrante de esa fauna de nomadas mentales que habitan en donde uno menos lo espera). Me quedé con la armonía del giglico, protoidioma imaginado por Cortazar y la señora Dunlop, y que ahora yo reproduzco en mis palabritas para Norma Chamale:



Es como anegar el malvacaudal subirizándolo hasta trasagar sin freno el himen cortaduplicado hasta aglutinar el cenzontle del alma y valmaparar la cofia hipertensa antes de primerduplicar el orgasmo así sendero luminar el pezón antes de lamercumbiar el círculo doble sin parametrizar las hiperdermis estranguladas por el falomillo herculizado hasta mamarmilar el último labio besolumiendo carnosamente himno tras himno conquejosamente gritoluciferando paradójicamente interna cinturizando la quejumbre hasta lambada deliciosa sin abretujar el paladar del vientre/ cariciar cariciar el umpalo sin freno como metaforizar lamiendo y relamiendo hasta sostener la carundia y perdular el mistelo, sonriendo, sin ninguna falfalalia, hasta que vuele la espalda y los gluterios se contraigan en golpecitos tras escrotos y glandiosos ufanales magolóbicos:

¡Voila!
¡Voila!


parpaduplimiendo las rodillitas con cuñas y heliótropos hasta calcinar ombligos electrolibiosamente entre los hongurios humificantes de la boca ovarífala donde gurguñen los misfos silentilévolos que tralalean el eje de los gritos suplicio tras suplicio hasgómitamente cogiendose uno de otro y otro de uno con engranábolos íntimos que se conectaban erizando el pétalo pulposo de las algas.

-

¡Nos vemos allá en Poesía para desarmar pues!

Acá video sobre noticias de Marimbas del Infierno.

lunes, 20 de septiembre de 2010

CONFESIONES DE UN PATOJO CON CEDULA (I)


La realidad es una conversión de los sentidos. Ya todos lo sabemos. La imaginación, como el juego de la razón. La voluntad de querer seguir creando sobre lo creado: la ficción. Aprender a leer es un milagro que a la mayoría nos va convenciendo que el poder de la palabra escrita es el verdadero revolver. La palabra como vehículo o arma, la defensa por el argumento mejor estructurado, el amor ante la frase sublime que vuelve los corazones de pollo. Palabras que nacen de algún lugar profundo de la mente y los sentimientos. El ahora escrito. Algo romántico o novedoso, siempre será romántico. En algún momento los libros fueron lo que son los canales de un televisor. La virtud de imaginar a nuestro modo una forma tan compleja como la vida, una latente estructura que se borraba al cerrar el libro y recomenzaba al volverlo abrir. No puedo olvidar la primera vez que me hundí realmente. Me acuerdo que fue una noche, en la que, tirado en el suelo, con una candela encendida, leía sin detenerme sobre un viaje en globo a través del mundo. Todavía puedo recordar el olor característico de esos libros que sobreviven de mano en mano hasta que sus páginas se vuelven amarillas y húmedas. Fue un despertar. Ya no iba a oír más los gritos de los vecinos o las rabietas de mi madre, iba a meterme al bunker donde no me iba a sacar ni un terremoto. La lectura es lo más encantador que he encontrado en el mundo. Es un verdadero tesoro. En una fiesta familiar oí a un caballero de traje decir que hay que leer de todo lo que caiga en las manos. Luego lo repitió la abuela Graciela Guillermos viuda de Sun, y me convencí de leer todo lo que cayera en mis manos, que fue más bien, leer todo lo que encontrara en el camino; arrebatárselo a la gente, amigos, primos o desconocidos, robar si era posible. Recuerdo que empecé aprendiendo a leer rótulos en las calles. Panaderías, restaurantes, salones de belleza, peluquerías, burdeles. En ese tiempo todavía no sabía ni sostener el lápiz (a los niños nos enseñan a escribir con lápiz para poder borrar los errores), después me enteré que Hemigway escribía todavía con lápiz a los cuarenta y tantos años. Los personajes del más allá en esas novelas de Julio Verne escriben con tinta y plumilla. Así empecé a escribir. Pensaba que así como la tinta impregnaba el papel, la inspiración fluiría. Mentira. Flaubert demanda trabajo. Trabajar diarimente es lo que nos da la habilidad. Muchos de los buenos poetas y escritores guatemaltecos tienen esa disciplina y se les nota, eso no se puede imitar. Se es o no se es. La lectura es paralela. El escritor lee para olvidarse de lo que escribe o para guiar su creatividad. El escritor que lee puede llegar a ser un magnifico escritor. Porque la lectura trasciende. La lectura de libros sólo es uno de los escalones para leer la vida misma, sentir el nervio del cosmos. El poeta sabe leer las cosas que lo rodean. Lee y escucha el soundtrak. Luego lo reproduce. El novelista lee las caras de sus personajes, lee los escenarios, lee éntre las líneas del tren de alta velocidad. La lectura del azar es natural. Predicciones de un presente que se alarga como el queso en una pizza. El futuro leído de antemano. Me gustaría conjurar el mañana y leerlo plenamente. Pero tengo que pasar primero por este estado de la mente; el ignorar la mayoría de las cosas y sentir miedo o placer por lo que desconozco. Uno de los más grandes enigmas ha motivado la lectura y la escritura ¿quiénes somos? Y en mi caso ¿Dónde terminará el universo? Si alguien sabe algo, la dirección cartesiana, el nombre de la estrella final donde las brújulas pierden la razón, dígamelo por favor. Mientras tanto, voy a leer una breve historia del tiempo.
-Acuarela de Joel Isaacson, Charles Dickens.

viernes, 10 de septiembre de 2010

CUCHILLO DE AGUA (LECTURA 8SEPT)


I
Es el agua el grito de la nube/ el cuchillo de Dios/ la respiración de los abuelos y los niños grandes hechos gotas/ lágrimas preparadas para el invento de la muerte/ vamos tras los ríos cantando los acantilados, sorbiendo minúsculos átomos de hidrogeno y oxigeno en el ADN, vamos detrás del mar hasta los brotes de la montaña, vamos oyendo los gritos y la forma eclipse en que el agua suave que se vuelve un toro de lidia, vamos oyendo las canciones que cantaron y viendo los juguetes de los niños volar sin gracia, vamos viendo como las casas de paja y tierra cocida se vuelve un remolino negro más/ creciendo mientras vamos detrás/ pero no podemos hacer nada/ jugamos a cazadores de hombres y no podríamos respirar más llorando pues los ríos han crecido de agua y lágrimas/


II
El volcán más grande es el centro de la tierra/ tras la pantalla de la computadora se encuentra el desbalance/ la enfermedad/ el cáncer de la tierra/ y no hay vuelta atrás/ cuento lo que me cuentan y lo que veo/ leo los diarios advierto/ veo los telenoticieros/ los derrames de la noche en el azul del cielo/ reflejo del mar de petróleo/ no pasa nada/ la naturaleza no habla nuestro idioma/ vamos a romper las válvulas de su corazón/ vamos a romperle la ropa con fuego/ vamos a quitarle la falda a los volcanes/ a provocar su lenguaje/ a ver si nos susurra de nuevo tragedias/ haber si nos habla quedito con tsunamis/ haber si nos sentamos a tomar un café mientras el mundo se parte a la mitad.

III
Tras el verde el fuego/ Serpiente de Boca y cola entre el mar de fuego/ tierra polvorosa y fuego/ camionetas y carros en el museo del suelo/ se cae el cielo y la tierra no lo sostiene/ las bocinas cóncavas del mundo interpretan la música de los subsuelos de los subsuelos/ las aves perdidas en migraciones planetarias/ las ballenas muertas sobre la playa amarilla/ infinidad de corales veo sobre el desierto a la par de las flores de los cactus/ el cielo se llena de infinitos trapos sucios/ medusas flotando y anémonas bailando en la visión del aire/ veo a los cangrejos morder los pies de un recién nacido/ pero todo esta quieto y pareciera que el Apocalipsis será tan silencioso que nadie volverá a oír el ruido del fuego.

IV
Porque los desastres de la razón levantan el cielo y vuelcan el mar sobre la playa, los yates rompen contra los acantilados/ la imaginación no logra percibir el miedo del mundo/ el fuego que se forja en las montañas secas/ la piedra rueda contra la infinidad de hormigas comiéndose la tierra/ es la multitud de bocas que hace que tiemble la tierra/ mosquitos gigantes de metal se aferran al mar o la tierra para exprimir la sangre/ máquinas remueven las entrañas del mundo en busca de diamantes/ los minerales lucirán hermosos en las manos de las princesas muertas en el fondo del mar/ los puentes rotos como metáforas de la selva sin lenguaje/
V
Tratar de revolver el cielo y matar con un botón un trabajo de miles de años y cooperación biológica/ es tan triste como ver un pelicano tratando de volar envuelto en crudo/ un albatros vuelto zopilote/ axolotl viendo fijamente hasta mi conciencia negra/ poesía en el cielo de México más gris/ las aguas trasformadas por una computadora enferma de azul a verde/ todo será gris/ todo será negro/ los colores empiezan a perder brillo/ el fin será más aburrido de lo que hemos creído/ una televisión en blanco y negro/ dios dormido sobre el sofá a las tres de la mañana.


Guatemala 6 de Septiembre, 2010

martes, 7 de septiembre de 2010

CARTA A UN MILLONARIO

El Estartazo es un programa que nos fascina, a mi compañera de vida y a mí. Nos encanta despertarnos riendo con los personajes de dos grandes amigos: Josué Morales y Celia Recinos. Son geniales. El año pasado, recuerdo que los encontré en Las Cien Puertas, los saludé con tanta alegría que les dije urgentemente que nunca perdieran ese milagro maravilloso, ese talento fuera de serie de hacernos reír cada mañana. La risa es una locura que nunca entenderán los sabios ni los fariseos. Mi compañera y yo amamos reírnos todavía. Esta nota es por un mensaje que postearon en Facebook. Preguntaban que haría usted si fuera rico. Muchos opinaron. Cada uno, de los miles de oyentes con su particular forma de responder. Pero me pregunté yo mismo que haría. Y pensé inmediatamente que de ser millonario procuraría ser feliz como cuando era pobre, pero además promover el arte en Guatemala. Pienso cada vez más seguido que el Ministerio de Cultura y Deportes va por muy malos pasos. En primer lugar al único que le hubiera gustado que estuviéramos compartiendo el dinero de la cultura con los deportes sería al escritor Ernest Hemigway. Pero eso esta muy raro. Muchos de los galardones que dan a los amigos de natación, karate o pesca los publican en prensa y en páginas completas, no así el premio nacional de literatura, los logros de algún paisano en el extranjero, las traducciones importantes de un Rodrigo Rey Rosa. La gente no sabe quienes escriben y podrían estar, pronto, manejando el rumbo de las letras en Guatemala. Apenas se destaca algún espacio para sugerir un libro.

Sin embargo me alegra mucho la otra vez que fui a Artemis Edinter ver el movimiento de entrar y salir gente, jóvenes estudiantes con libros de literatura e investigación. En Sophos, una de las librerías más completas que conozco siempre hay clientes buscando entre estantes el tesoro escondido en una incierta hoja de papel. Realmente no sé a quién hablarle, quién pudiera leer esta nota y hacer algo porque cambie todo en el Ministerio de Cultura, y haya mucho más presupuesto y junto con los campeones de tiro y gimnasia esté, aunque paradójicamente, también el nuevo premio Miguel Ángel Asturias o el autor de algún cuadro innovador. La verdad es que debería de haber en Guatemala, unos tres o cuatro millonarios que fueran buena onda y donaran un poco de su dinero a la causa cultural.


PD.

-Desde hace una semana escribo en Martesadas. Para los que quieran seguir mis relatos sólo les toca pulsar aca.

sábado, 4 de septiembre de 2010

NOTA: PARA UN PERRO SIN DUEÑO


A Pinky,
el perro prestado.


A veces no es necesario inventar,
solo basta con contar lo que se ve.
Alan Mills,
taller de Xibalbá
al Cyberespacio.


Su cola de barba amarilla bajo el árbol esperando al gato. (Juega los martes que salta al viernes que salta al miércoles) Un perro bajo un árbol-árbol amarillo y sueño un perro bajo una selva un sueño amarillo con ojos de hambre con hambre de ojos. Salta las escaleras al cielo. Y puede atravesar mil calles sin ver los carros los autos invisibles se vuelven juguetes de papel crepé, … con su gato preferido para jugar con el demonio a toda velocidad hasta chocar con su reflejo. Suele correr a la par de un par buscarlos a la vuelta de la esquina salir a la calle y acompañar al primero que mira ladrarle con rabia a los carros morder sus llantas y hacer añicos sus windshields con sus colmillos quebranta huesos (Juega los jueves que salta al viernes que salta al Lunes) Lo ven… ahora viene contra mi ¿Podría llevar frac con patas de perro tatuadas en la camisa?

sábado, 28 de agosto de 2010

REKASHAISOM


Aquel día viernes, tras una larga fiesta que se prolongó hasta la madrugada, estaba totalmente desvelado, y esperaba llegar de vuelta a Panajachel lo antes posible. Me lavé la cara con agua fría y me sentí aún entre dormido y despierto. Había dormido suficiente después del almuerzo y por eso llegué tarde al muelle de Santiago Atitlán, pensando que a bordo de la lancha podría al fin descansar. Mientras me acercaba, llegaban a la orilla tres cayucos cargados de tejido y pescados con una cuerda de nylon entre la boca y las agallas y parecía un espectáculo para fotografiar.
Un grupo de mujeres tzutuhiles se reunieron a vernos partir, con sus hijos a la espalda, amarrados con perrajes de colores. Serios, pacíficos, inmóviles, el grupo de hombres con la cabeza amarrada con su`ts, también nos miraban, aunque con expresión distinta. No parpadeaban.
No quería dormirme precisamente ahora, entre tan sublime escenario. Intenté abarcar el lago con la mirada para retenerlo en un futuro en que mi alma necesitase de un recuerdo tan maravilloso como aquel. Metí la mano en el agua intentando recordar la agradable sensación del frío y retrasar el sueño. Un tímido rayo de sol escapó momentáneamente de entre las nubes inflamadas, que parecían cerrarse con violencia por el viento que soplaba. El rumor agradable del lago se convertía por momentos en un amenazador e incesante ruido de golpes que chocaban contra la lanchita. Las olas movían el bote con violencia mientras los pasajeros se acomodaban aún en sus puestos para afianzarse entre el vaivén. Algunas mujeres parecían asustadas, y parecían disimular muy bien frente a todos. El conductor subió a bordo con ayuda de una muleta. Tenía una cicatriz desde la frente hasta el pómulo. Era un muchacho moreno con una mirada huraña.
– ¡Suba, que nos vamos! ¡Salimos para Panajachel ya! –gritó con impaciencia a un hombre que dudaba si subir o no, mientras miraba la irregular superficie del lago.
La mujer sentada frente a mí, me sonrió amablemente. Tenía una mirada azul, profunda y graciosa. Llevaba la cabeza cubierta por esos pañuelos de hilo que vendían en todas partes a los turistas y parecía estar tan asustada como yo del movimiento de la barca. Me sonrió de nuevo con embarazo y comprendí que no hablaba español. El viento le desordenaba el cabello todo el tiempo. Se acomodó el pañuelo, apretándolo con temor, mientras respondía las incesantes preguntas de su pequeña hija, que jugaba por cualquier resquicio de la pequeña lancha. La saludé en ingles y entablé conversación con ella, que me agradeció con más sonrisas. Se llamaba Elisa Bonfoid y viajaba con su padre, Francis, su hija Marie y su esposo (un tal Marck, que parecía molesto con todo y llevaba muy ajustado el chaleco salvavidas). Elisa me habló del viaje que habían hecho a Chichicastenango y a Tikál. Le gusto mucho que escribiera en un periódico Español sobre lugares turísticos de Centro América.
– Hey mom, look at me! –Dijo Marie, de pie en el borde de la lancha.
– Be carefull, Marie! –Le advirtió el abuelo.
– Enough baby! Come here. –La llamó Elisa.
Una religiosa que iba a la par de la niña, ayudo a sentarla y la turista le dio las gracias.
– Se puede caer si sigue jugando en la orilla de la lancha. ¿De donde son ustedes? –Le preguntó en un inglés mal pronunciado.
– Somos de Estados Unidos –respondió ella en español.
La niña, Marie, era rubia, y sus preciosos ojos eran los ojos de su madre. Todos los pasajeros la miraban tan encantados, que trató de agradecer el atento auditorio poniéndose en pie y robando al sol un destello dorado que hizo su pelo brillar como el borde en una antorcha encendida. Llevaba un vestido de flores amarillas cuyas puntas movía en un gracioso baile, feliz de concentrar la atención de los pasajeros, que se distraían con alivio del movimiento peligroso del bote.
La madre miraba a lo lejos el muelle de Santiago, y casi escondidas, allá en lo pardo del horizonte, la fila de mujeres tzutuhiles esperaba que terminara de oscurecerse el cielo.
– ¿En cuánto tiempo llegamos abuelita? –Preguntó un niño.
– Espero que pronto. Esta lancha se mueve mucho –respondió la señora de cuerpo abundante.
– ¿Puede el lago voltear la lancha? –preguntó el niño.
– Si la voltea, ya no vamos a llegar a Solola –dijo ella, con naturalidad, asustando a su nieto y provocando la risa general.
– ¿Pero vamos a llegar pronto?
– Sí, ya te lo dije –respondió la señora.
A lo lejos, en la orilla del volcán, las casitas de Santiago se iban difuminando contra las rocas grandes que formaban las montañas y sus tonos terrosos. Quería abarcarlo todo en mi memoria, pero los detalles eran infinitos. Como si fuera a pintar un cuadro, pensé en recordar las montañas que bordeaban el lago, partidas en cuadros de verdes diferentes, el gran volcán Santiaguito, azul contra la tarde manchada de amarillos dulces y verdes difuminados como al pastel, el lago agitado cambiando de luz, la gente del bote hablando en silencio, resueltos por brochazos rápidos. El ruido del moto y la espuma con un hiperrealismo ardoroso.
– Look that, pretty bird! –Señaló la niña.
– Oh, yes, honey! –Dijo Elisa.
– Es el pato Poc –respondió una señora –tienen suerte porque se ha extinguido.
– It’s a duck of Atitlán… ¡Is so funny! –Tradujo la extranjera a su hija.
Un grupo de patos volaba a ras del lago. El sol se hundía por un costado del volcán, cansado, como si se fuera derritiendo en sus lomos. Pensé en los viajes en barco por el Atlántico, que no parecen tener la magia de una lanchita sobre un lago íntimo como el Atitlán.
– ¿Do you know Aldous Huxley? –Preguntó Mark a su esposa.
– Yes. Is an English writer –respondió la mujer, sin mirarle a la cara – why?
– Because he described this lake as the most beautiful place in the world –dijo él. Ella pareció no escucharle.
– Watching the landscape… ¿Don’t you feel the sensation we have lost something here?
– I don’t know, what you mean.
– Don’t you miss something like a bit of heart? –dijo ella.
Al oír aquella conversación personal, sentí una repentina opresión en el pecho, como si hubiese recibido un disparo que me hubiera traspasado. Era imposible no escucharlos hablar y traté de ocuparme en cubrirme de la brisa.
– What do you mean? –Preguntó él.
– Nothing, never mind Mark –concluyó Elisa.
La señora miraba con especial desencanto hacía el lago. Le sonreía a todos cordialmente. Llevaba una vestidura maya bordada a mano, pero sus facciones eran mestizas.
– ¿Parece que se nubló? –dijo.
– Si –le respondí –esta atardeciendo muy de prisa.
– A estas horas nunca es bueno cruzar el lago –me dijo, viéndome acomodar mi mochila para descansar mi cabeza.
– No sé –le respondí –es la primera vez que lo hago.
– Yo no puedo faltar a mi casa –me confió –pero pienso que el lago esta muy revuelto.
– ¿Usted vive en Panajachel? –Pregunté.
– No, yo vivo en Solola.
El pequeño me miraba con curiosidad.
– Éste está asustado por el xocomil –me susurró, señalando con sus ojos al niño.
– He oído muchas historias sobre eso ¿qué es?
– Mire, piensan que es una historia sin fundamento, pero todos los que vivimos por acá, sabemos que es cierto –me dijo con seriedad –muchos pescadores que osaron faenar por la tarde, ya no volvieron; sus mujeres los buscaban por todos lados, pero nada, hasta que descubrieron que era el xocomil, mucha gente se ahogó, por un mal viento que se arremolinaba en medio del lago y se tragaba lo que fuera, desde siempre, muchas mujeres le rezaban a los dueños de las nubes, el cielo y el viento, para que los devolviera, pero debajo del lago, los ahogados y sus espíritus esperan la noche para que no se vean sus sombras al sol, jalando los botes al fondo –me respondió.
– Y... ¿será cierto? –le pregunté con verdadera curiosidad.
– Pregúntele al patojo del bote. Perdió su pierna en la hélice de una lancha y por poco se mata. Eso lo sabe todo el mundo.
El muchacho tenía amputada la pierna a la altura de la rodilla y el pantalón le colgaba del muñón. Se volvió con agilidad, como si supiera que hablábamos de él.
Rodeado completamente de montañas y volcanes, lejos, se veían las hermosas casitas de los residentes. Más arriba, casi sobre las montañas, unas mansiones agarradas entre las rocas, hechas de cristal y madera, donde no se veía a nada más que árboles y flores. Parecía que los que vivían allá llevaban una vida perfecta rodeados para siempre de la belleza natura.
Recordé, como un ensueño, el viaje por los pueblitos alrededor del lago, cuando fui invitado al llegar a Santiago Atitlán por unos colegas periodistas. Sin darme cuenta cerré los ojos y acomodé la cabeza sobre la mochila. Imaginé la celebración. Tendría lugar en la casa de una familia atiteca que se dedicaba al cultivo de café. El motivo fue el cumpleaños de la Señora, que cumplía cien años de edad al otro día. Rememoré aquella conversación como si la estuviera viviendo.
– ¿Cien años? –. Le pregunté al colega.
– Si, no lo dudes, se le ve la experiencia, se ríe de todo.
– ¿Cómo en los tiempos bíblicos? –pregunté intrigado.
– Tendrías una gran historia si te contara su vida.
– Su vida no la podría contar en una tarde, en cambio la formula para vivir tanto si –dije.
Me vi llegando por la mañana y subir una gradas de granito cubiertas de hojas masticadas por los pasos. Las hijas de la señora me recibieron en la puerta. Eran ya unas mujeres maduras y resignadas a no casarse, como me enteré después. Me invitaron a entrar y frente a mí, en la tenue luz de la habitación, una mujer anciana, recostada sobre enormes almohadas de seda, me esperaba. Me contaron que no oía muy bien por causa de un rayo que cayó en su patio. Era amable con los invitados, y parecía que uno de mis compañeros le había anticipado mi visita y me recibió con tanta familiaridad que parecía que me conocía de años. A la primera pregunta que le hice, supe que iba ser interesante, porque me respondió de manera tan lúcida y agradable, que me dejo sin una duda de que era todo un personaje local.
Su esposo había muerto en alta mar. Me contó que luego de haber levantado todo el negocio del café, una tarde se fue sin despedirse y le dejo firmados todos los papeles legales, y una nota de que regresaría en tres años. Nunca regresó. Así que la mujer se había vuelto con los años la mujer más rica del pueblo. Pero lo que más me llamo la atención fue que a sus cien años, tenía buena memoria, contaba chistes, cantaba canciones rancheras y se reía como una pequeña pícara cuando decía malas palabras. Supe que sus padres llegaron de Madrid poco después de la invasión, pero no me dijo en qué fecha, ni me supo decir cuándo había llegado a Atitlán sus ancestros, pero me quedó muy claro que en aquella tierra logró una vida singular. Sus tres hijas se ocupaban de todo en la casa. Eran ellas quienes la vestían y conservaban la tienda y la casa limpia, la cual era grande, con un basto terreno desde donde se podía ver el lago. Los cuartos eran amplios y de sus paredes colgaban fotos de santos y vírgenes.
- ¿Por qué no se han casado sus hijas? –Le pregunté al final.
- Ellas dicen que no, pero… ¡Si usted viera…! Meten a los hombres por debajo de las puertas –no me atreví a preguntarle si aquello era cierto, pues las hijas parecían tolerar las frases de su madre con gracia.
Aquella noche la vistieron con sus mejores ropas y la sentaron en una gran mesa que habían llenado de flores en la sala principal de la casa. Llegaron invitados de muchos lugares. Estaba como una niña feliz, mirando a todos, llena de alegría, y aunque a menudo se le dificultaba el hablar, su expresión lo decía todo. Una sola mujer lideraba la cocina, era una joven morena con unos ojos de egipcia y un escote atrevido; me miró pasar para el fondo de la casa y me dijo con dulzura “joven, allí espantan, tenga cuidado”. Sin embargo caminé hacia el patio abierto de la casa, en cuyo cielo podía ver todas las estrellas boreales. Orión se alzaba construido de luces. (Los mayas creían que cada hombre nace con un nahual, o animal protector. Me habían dicho que mi nahual era la serpiente. Me parecía una creencia similar a la cosmogonía china, en la que mi signo era el dragón, que es también una serpiente con plumas. Así, ensimismado por los vapores del alcohol, empecé a crear vínculos de una civilización a otra, tratando de solucionar las simetrías, aunque al final de la noche me pareció que perdía el tiempo).
Escuche un grito que me despertó al instante. Salí de mi ensueño y pude ver a la hija de la extranjera hundiéndose en el lago. Esto me devolvió a la realidad. La mujer se tiro al lago sin pensarlo. ¡Fue tan inesperado…! ¡Y se podía ver un enorme y sobrecogedor remolino en medio del lago! Todos sentimos temor de inmediato. La sensación de que algo grave iba a suceder me sobrecogió.
– ¡El xocomil! –Gritó la señora a la par mía.
– ¿Puede hacer regresar el bote? –Le pregunté al conductor.
– ¡No puedo acercarme tanto! ¡Podría hundir la lancha! –Me respondió.
La mujer lograba salir y al momento volvía a hundirse. El vestido de flores de la niña, Marie, ya no se veía por ningún lado. Me quite los zapatos y la camisa.
- ¡Si entra al lago ahora ya no podrá regresar! Me agarró la señora.
- ¡Alguien tiene que hacer algo…! ¡La mujer se ahogará!
Me arrojé al lago. Me sumergí en el agua fría y nadé hacia donde había visto a la mujer. Estaba braceando sin apenas fuerzas contra la fortísima corriente y sólo pude ver sus ojos angustiados en un momento que el agua pareció retirarse. Buscaba a su hija a ciegas. Exigiendo un esfuerzo más a mis exhaustos brazos, la agarré y logramos salir a la superficie. Ella me gritó que no regresaría al bote sin su hija.
- ¡El lago es oscuro y tiene muchas corrientes! –Le grité, pero la comprendía demasiado bien y no pude seguir reteniéndola.
Se sumergió de nuevo. Nos habíamos alejado de la lancha. Esperé que volviera a salir del agua para avisarle que estaban llamándonos, pero no volvió a salir. Nadé con dificultad, deseando con todas mis fuerzas que saliera del agua delante de mí. Pero no hubo milagro. La adrenalina me recorría mientras me debatía, si continuar braceando bajo el agua o, acudir a la seguridad del bote mientras aún podía. Las fuerzas decidieron por mí. Desesperado, golpeé las olas inútilmente con mis brazos agarrotados, pensando que iba a morir. Cuando estaba a punto de rendirme, una fuerza tiró de mí hacia arriba. Era el cojo, que, tumbado sobre el bote y a punto de hacerlo zozobrar, había sacado medio cuerpo fuera para asirme. A duras penas logramos subir de nuevo.
– Where is my daughter? –Me gritó Francis, agarrando mi pecho mientras yo aún boqueaba en busca de aire.
– El lago esta furioso. Le respondí en voz baja. No encontré más respuesta que esa.
– Shit! This is terrible! –Gritó Mark, rabioso, golpeando la embarcación con su puño hasta sangrar.
Ambos parecían debatirse entre el miedo y el deseo de arrojarse al mar por ellas, por mucho tiempo que hubiese pasado, pero los tripulantes les agarraron, abrazándose a ellos entre sollozos agitados.
La lancha era como de papel, ante el remolino. Francis y Mark aún esperaban que aparecieran, pero por más que el muchacho alumbrara con su linterna, no había rastros de nadie. Me pregunté si la luz no atraería las almas de los difuntos, pero no me atrevía a comentarlo en voz alta.
Les dije que podían regresar con las autoridades en un barco con medios, para empezar una búsqueda, mientras hubiese esperanza, pero nadie lo creía ya.
Todos los que íbamos en el bote sentimos pena por los turistas. Pero el conductor atemorizado por la hora y la fuerza del remolino, y aliviado porque el motorcillo consiguió alejarnos de él, temió que pasara algo peor.
– Voy a volver con ustedes, luego de avisar a la policía –les dijo –les aseguro que ellos no tardaran en acompañarnos.
Se le veía preocupado, frotándose el muñón con insistencia, como si sintiera la cercanía de su otra mitad. La religiosa seguía en oración, con un rosario en la mano. Una mujer lloraba sin parar, y el hombre que la acompañaba, la abrazaba sin poder decirle nada. Después de un tiempo que a todos nos pareció una eternidad, empezamos a ver las luces del pueblo de Panajachel y toda la gente sintió alivio, aunque todos callaron.
– Hay ángeles buenos y malos en el lago. Me susurró la señora, con cuidado de que su voz no llegara a los abatidos turistas.
– ¿Qué quiere decir?
– Que hay espíritus ahí.
– ¿Usted cree? –Dije con el corazón en un puño, intentando no traslucir mi pánico.
– Usted no sabe, pero hay ahogados muy antiguos ahí –me dijo –y siempre están ahogando gente. Es… como si tuvieran hambre. ¿No ha sentido usted deseos de ahogarse? ¿de unirse a ellos? ¿No lo sintió cuando se lanzó al lago? ¿No los oyó?
No podía creer que esto estuviese pasando en mi interior, pero al cabo de un momento y un fugaz examen de conciencia, mi razón se vino abajo.
– Si… Por un momento –respondí.
– Ya ve… Si usted va al mar, ahí pasa lo mismo.
– Tiene razón.
Recordé la fila de tzutuhiles viéndonos partir. ¿Sería su mirada una advertencia? Vimos los muelles de madera vieja, sencillos y prehistóricos. Un grupo de jóvenes encendía una fogata en la playa. El rumor del lago era perpetuo, como si llamara a alguien perdido. Los turistas esperaron al conductor del autobús que les esperaba y subieron corriendo en busca de ayuda de las autoridades.
– Really, thank you my friend –me dijeron los dos turistas con apretón de manos.
– Good luck, and hope –les respondí.
Una pareja de enamorados se besaba en otro muelle. Me quede escuchando el lago, poniendo atención a sus palabras e intentando traducir lo que querían decirme para que nunca se me olvidara, pero las voces eran tan fugaces que solo oía las risas jóvenes en la playa.

Fotografìa de Jaime Permut

sábado, 21 de agosto de 2010

ENTREVISTA A EDUARDO JUÁREZ EN EL RUBI-




“Guayo tiene la conciencia negra igual que yo
y por eso somos así tan dark,
por llamarle de alguna manera…”
Edgar Andaverde, artista plástico.

Me viene a la memoria –ahora mismo –la imagen clara del hombre que un noticiero filmó antes de soltarse de algún puente. Me llegan en ráfagas los titulares más crueles de los periódicos y las imágenes que miraba de niño desde la calle hacia el barranco de La Limonada en la zona 5. Todo esto es cada cuento de Eduardo Juárez, a quien conocí un sábado por la tarde en las Cien Puertas, vendiendo su mejor libro por cinco quetzales. Luego logramos platicar para esta entrevista. Cuando le pregunté por qué empezó a escribir, no dudó en responderme “por una mujer que me dejó”. Es casi inevitable que una mujer no ronde siempre la cabeza de un artista. Eduardo Juárez es un fotógrafo de paisajes sucios. Sus personajes son brutales victimas, santos o demonios proscritos que no les queda de otra. Los cuentos tiran a novelas, pero se quedan en un final original aunque siempre punzante. Los personajes trascienden por ser marionetas al servicio de una filosofía de desastre. Y todo esto, por una mujer que se transformó con el tiempo, como un ser de acá y del otro mundo: en la ciudad de Guatemala, en la mujer geométrica, sórdida, enamorada y prostituta que es en esencia lo que escribe Juárez.
Estamos sentados en un restaurante chino que se llama El Rubí. Eduardo, se da cita desde hace mucho tiempo. Es su oficina, como el dice. A la par suya esta su amigo de aventura: Wilson Espinosa (un muchacho sencillo y que trabaja en los camiones amarillos del basurero central). Es alcohólico y se abstiene de beber; lo he encontrado comiendo una hamburguesa y opina sobre personajes que Eduardo conoce. Eduardo bebe un vaso de cerveza colmado, de donde advierto subir en caravana muchísimas burbujas, que juntas se vuelven espuma. El Rubí es un restaurante chino de esos que han colonizado el centro. Vende cerveza a buen precio y además, según un buen amigo, los mejores camarones con semilla de marañon de la zona. A Eduardo eso no le interesa mucho. Me habla, antes de la entrevista, de lo bien que se siente en el lugar, porque muchos de sus amigos –que son innumerables personajes –pasan frente al local y puede saludarlos y platicar un momento con cada uno. Empiezo preguntándole por qué empezó a escribir:

Eduardo Juárez: Empecé a escribir –me dice sonriente –porque me dejó una mujer. ¡Esa mujer, ahora mismo…, no sabe a quién dejó!
Me recuerda la escena de los buenos bebedores de Velásquez. Su pelo es negro intenso y tiene unos ojos grises, claros y reflexivos que contrastan con las abundantes cejas oscuras. Tiene una estatura promedio y camina también como Max Araujo, con su abdomen de pastor protestante.
Léster Oliveros: ¿Qué libro te ha afectado más en la vida?
E.J: Empecé a leer en California, en una época que me dio hepatitis. Jorge, mi hermano, iba a poner una venta de libros usados y tenia almacenados más de 5,000 libros en la casa, entré los que encontré a Doestoievsky. Otra cosa que influyo tanto como los libros fue que al regresar a Guatemala, nos juntábamos muchos en el Ton San, un restaurante chino donde conocí a varios que me recomendaron muy buenos libros. Entre los que llegaban estaban los pintores Alejandro Urrutia, Mundo Robles, Juan Francisco Yoc, Luis Robles, Julio Lohengrin, Jorge Felix, Francisco Auyon, un par de economistas, abogados, ingenieros y otros cuantos locos. Las platicas eran muy buenas.
L.O: ¿Cómo concebís una Guatemala imaginaria?
E.J: Una donde el chiclero publiqué libros, las prostitutas en lugar de estar en la línea gobiernen el congreso, los poetas y los bolos estén en el Corte Suprema de Justicia. Guatemala es un infierno lujoso, donde el presidente podría ser Seleno el personaje de Retrato de Borracho con País. Así seria más honesta una patria, porque hasta ahora ha sido eso, pero maquillado.
L.O: ¿Quiénes fueron tus primeras influencias?
E.J: Como te dije, Doestoievsky. Luego Bukowsky, Chuck Palahniuk. La literatura irlandesa: Samuel Beckett. Además de: Greg Bottoms, Bill Drummon, Mark Manning, Irving Welsh, Mark Spitz.
L.O: ¿Sabías que en la entrevista que te hizo Ronald Flores escribió Check en lugar de Chuck?
E.J: No, no me fije en eso.
L.O: ¿Literatura francesa has leído?
E.J: Muy poco. Camus: El Extranjero.
L.O: ¿Lees más en ingles o en español?
E.J: Leo mucho en ingles, pero también en español.
L.O: ¿Cuál ha sido tu primera borrachera?
E.J: Mi primera borrachera en realidad fue en una galería a la que fui con mi hermano y llegué todo chara porque estaba lloviendo y me había caído. Pero recuerdo una memorable… que fue un viernes. Me habían regalado una bolsa para mi computadora; borracho, buscando un hotel, dos ladrones quisieron robármela porque pensaron que llevaba algo de valor. Uno de ellos me dio una patada en los huevos. Sólo así la solté y, en el forcejeo por la bolsa, el maldito me rompió la manga de la camisa. Aún así seguí chupando, hasta que me quedé descansando un rato sobre la grama de la municipalidad. El sol me quemó un brazo y después allí andaba yo con un brazo negro y el otro blanco.
L.O: ¿Eduardo para vos qué es el lumpen?
E.J: La clase más baja, obrera, que está a penas sobreviviendo. Algunos tienen trabajos informales, y otros tienen que ir a trabajar a maquilas, y a otros les pela y chupan, dejan de trabajar un par de días y ya están en la calle.
L.O: ¿Qué es algo realmente mierda de la sociedad?
E.J: Los mensajes dobles, como el Gobierno que dice que tratan de resolver los problemas y nada; solo siguen hueviando y, la clase que tiene pisto es otro mundo, un mundo dividido.
L.O: ¿Alguna vez una puta te ha parecido una virgen?
E.J: No, yo por masoquista siempre me he metido con las putas mas feas que he podido encontrar, unas me agradan, otras no me han caído bien.
L.O: ¿Cuántos nombres de putas recordas?
E.J: Ya hace mucho tiempo de eso. Pero recuerdo unos nombres porque me parecieron buenos nombres de batalla: Yamilett y Scarlet.
L.O: ¿Te hace gracia ver pornografía?
E.J: Talvez cuando andaba jalado, la lujuria se aumentaba por un rato, luego me aburría… por lo irreal y sombrío. Pero a veces si me sacaba de onda y acababa preguntándome ¿qué onda?
L.O: ¿Cuál es la mujer de tu obra que podría ser la mujer ideal?
E.J: No hay ninguna mujer IDEAL en mi obra… talvez la tortillera que viene en este libro Expocisión de Atrocidades, pero no esta elaborado el personaje, es una tortillera evangélica.
L.O: ¿Cuándo publicas tu próximo libro?
E.J: El jueves 26 de Agosto en el Palacio Nacional de la Cultura. Van a musicalizar un fragmento con un montaje escénico y una exposición de pintura con gente como Alejandro Urrutia, Ixquiac Xicará, Andaverde, El gato Porras, Manolo Gallardo, Marvin Olivares, Cesar Pineda. Además van a comentar la obra mi hermano, Juan Juárez, Sergio Valdez Pedroni y Javier Payeras.
L.O: ¿Cuándo empezaste a escribir esta novela?
E.J: Fíjate que fue en el 2004; me acuerdo que Andaverde preparaba también sus primeros bosquejos. Escribí, según yo, tres cuentos. Escribí el primer capítulo de Retrato de Borracho con País, el primer capítulo de Exposición de atrocidades, y el otro cuento ahora mismo no recuerdo bien. Pero en aquel entonces no lo sabia, hasta que empecé a desarrollarlo luego de escribir el Retrato de Borracho con País.
Le digo a Eduardo que me impresiona el montaje de la presentación y me dice que su nuevo libro termina en una exposición en el Palacio Nacional. Esto une la ficción y la realidad como un performance insólito donde el escritor podrá alucinar con otras variaciones del final.

Nota final:
Eduardo Juárez, antes de presentar su libro, paso 16 meses bebiendo. Me cuenta que estaba hastiando. Empezó a jugar con la idea de matarse tomando porque pensaba que su obra no hacía eco en ningún medio, que todo seguía igual, que a lo mejor no valía la pena nada de lo que había escrito. Bromea diciéndome que hubo una etapa en la que les decía a todos “soy un escritor con estoque para que nadie me chingue”. Ahora que lo termino de entrevistar estamos en una cantina vacía y limpia de la colonia la Reformita. Eduardo, más claro y en paz consigo mismo, se termina una Pepsi contándome que su visión ahora se ha transformado.
Caminamos por las calles humildes de un solo piso con puertas de madera, con historias urgentes todas, hablando de la proverbial Carmen Matute y su voz dulce, los cuentos absurdos hasta la nausea de Chuck Palahniuk y al fondo vemos un sujeto tratando de caminar dos pasos sin caerse al suelo.



Guatemala Agosto 2010
Lester Oliveros Ramírez
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La autoridad de la barbarie

Me ha parado la policía: ¿Documento de identificación? No lo traigo, respondo. (Los dos oficiales muy serios), uno de ellos alza un cuader...